Rodrigo Santillán Peralbo
“Hoy empieza el Gobierno de la vida, de la paz” dijo Gustavo Petro, al asumir la Presidencia de Colombia que, por primera vez en su historia, tiene un Presidente de izquierda dispuesto a gobernar con el pueblo y para el pueblo, para vencer a la violencia, silenciar a las armas, solucionar los graves problemas económicos, trabajar por la justicia social, la igualdad económica y la prosperidad.
Una tarea difícil, ardua, en un país con sectores poblacionales alzados en armas, con pueblos que viven en la incertidumbre y en la cruel pobreza, con hombres y mujeres discriminados, sin trabajo y regiones dedicadas al cultivo de la hoja de coca y grandes laboratorios que han convertido a Colombia en el primer productor de droga en el mundo.
A esa sociedad convulsionada llega Petro, un hombre del pueblo, luchador infatigable colmado de ideales que, en plena adolescencia, lo condujeron a ser miembro urbano del M-19 en busca de reivindicaciones para los olvidados del sistema como son las mujeres, los jóvenes, los campesinos, los indígenas, mestizos y afrodescendientes.
Con su claro pensamiento y accionar, desde la Presidencia, enfrentará retos que las derechas nunca quisieron ver, ni confrontar: Reparación de los pueblos indígenas y afrodescendientes, solución de los problemas del campesinado, atención a los problemas de los trabajadores, dignificación de las mujeres y los pobres que son mayoría.
En Petro, Colombia tiene un Presidente para el cambio y la transformación en paz. Ojalá Estados Unidos, las derechas y oligarquías colombianas y latinoamericanas lo dejen gobernar, en caso contrario, la aparente paz social estallará con apoyo de Estados Unidos, la CIA y sus lacayos de las derechas civiles y militares acostumbradas a los golpes de Estado contra los gobiernos antimperialistas.
Comienza un período difícil, pero Petro tiene el apoyo unánime de los pueblos colombianos y de los movimientos y sectores de la izquierda de los pueblos latinoamericanos que sólo quieren el mejor bienestar para los pueblos.
Gustavo Petro fundamentará su accionar en una “organización política diversificada, en el clamor feminista, en las luchas territoriales de defensa socioambiental, en la renovada movilización de una valiente primera línea juvenil, en las reivindicaciones de reparación de los pueblos indígenas y afrodescendientes, en la resistencia activa de campesinas y campesinas, en la fuerza de las y los trabajadores organizados, en suma, en una decidida postura de no violencia activa para enfrentar la ignominia del sistema. Y es el encuentro de esas diversidades en un pacto unitario, el que ha posibilitado que un ex guerrillero del Movimiento 19 de Abril (más conocido como M-19) y una lideresa negra, accedan a la Presidencia y Vicepresidencia de Colombia.
“En Colombia, la muerte todavía tronaría durante décadas, incluso luego de haberse firmado solemnemente un Acuerdo de Paz entre el Estado y la principal guerrilla beligerante en 2016.
Aún hoy como ayer, los EEUU, cuyo rol central en la mayoría de los conflictos bélicos del siglo XX es indisimulable, invierte todos sus esfuerzos en sostener una guerra permanente en contra de la voluntad de autodeterminación los pueblos”
Pero el mundo ha cambiado desde que las juventudes contestatarias se alzaran en armas contra la injusticia. Aquellos movimientos de liberación encuentran hoy su estela en la organización política diversificada, en el clamor feminista, en las luchas territoriales de defensa socioambiental, en la renovada movilización de una valiente primera línea juvenil, en las reivindicaciones de reparación de los pueblos indígenas y afrodescendientes, en la resistencia activa de campesinas y campesinas, en la fuerza de las y los trabajadores organizados, en suma, en una decidida postura de no violencia activa para enfrentar la ignominia del sistema. Y es el encuentro de esas diversidades en un pacto unitario, el que ha posibilitado que un ex guerrillero del Movimiento 19 de abril (más conocido como M-19) y una lideresa negra de un pequeño poblado rural del Cauca, hoy asumieran como presidente y vicepresidenta de Colombia, según sostienen con total razón varios analistas colombiano y latinoamericanos.
Al referirse a la toma de posesión de la Presidencia, la asunción estuvo rodeada de color y simbolismo. Gustavo Petro dio a conocer un decálogo de compromisos ante el pueblo colombiano, cuyo primer enunciado es “trabajar para conseguir la paz verdadera y definitiva, cumpliendo el Acuerdo de Paz y las recomendaciones del Informe Final de la Comisión de la Verdad”.
Otra de las sentencias del decálogo mencionado, complementaria con el primero, recibió una justificada ovación: “Defender a los colombianos y colombianas de las violencias y trabajar para que las familias se sientan seguras y tranquilas.”
En otra parte de su discurso afirmó que “la paz es posible si desatamos en todas las regiones de Colombia el diálogo social, para encontrarnos en medio de las diferencias; para expresarnos y ser escuchados” y convocó “a todos los armados a dejar las armas en las nebulosas del pasado. A aceptar beneficios jurídicos a cambio de la paz, a cambio de la no repetición definitiva de la violencia, a trabajar como dueños de una economía próspera pero legal que acabe con el atraso de las regiones”.
Enfatizó finalmente en su alocución que “Este es el Gobierno de la vida, de la paz, y así será recordado”.
Estos son propósitos de cuya sinceridad nadie duda, ya que se corresponden con el sentir profundo de las mayorías y de los cuales, no solamente depende la reparación de las heridas del pasado, sino el futuro del pueblo de Colombia.
El desafío del nuevo gobierno es enorme, pero también la esperanza y la voluntad popular de acompañar el cambio.
Al otro lado de la frontera
En la vecina Venezuela, el presidente Nicolás Maduro – cuyo gobierno fuera asediado sin tregua por el ex mandatario Iván Duque por orden del mandato imperial – celebró las palabras del flamante presidente colombiano, destacando la necesidad de aprovechar la “segunda oportunidad” a la que hiciera mención casi al inicio de su discurso.
En un mensaje por redes digitales, Maduro señaló “Tiendo mi mano al Presidente Gustavo Petro y al pueblo colombiano, para reconstruir la hermandad sobre la base del respeto y el amor. Aprovechemos esta segunda oportunidad que menciona el nuevo Presidente de Colombia, por el bien de la felicidad y la paz. ¡Felicidades!”.
Si bien el presidente de la República Bolivariana no fue invitado a la ceremonia de asunción como último acto de hostigamiento del gobierno saliente, pocos días antes se reunieron en San Cristóbal, localidad venezolana próxima a la frontera, Carlos Faría, Ministro del Poder Popular para las relaciones exteriores de Venezuela y Alvaro Leyva, designado canciller del nuevo gobierno colombiano. En el cónclave, acordaron fortalecer una agenda de trabajo para la normalización gradual de relaciones binacionales y comenzar la recomposición de las interrumpidas relaciones bilaterales con el nombramiento de embajadores y funcionarios diplomáticos y consulares.
Además, reafirmaron en el comunicado conjunto, calificado de “histórico” por el ministro venezolano, «su voluntad de hacer esfuerzos conjuntos para garantizar la seguridad y la paz en la frontera de nuestros dos países».
De este modo, el que fuera el principal foco de conflicto en una América Latina y caribeña que se proclamara en el transcurso de la II Cumbre de la CELAC (La Habana, 2014), como Zona de Paz, pareciera desactivarse.
Un nuevo impulso para la integración regional
La presencia de varios presidentes de la región en la oportunidad, mostró el fuerte impulso hacia el multilateralismo y la integración con América Latina y el Caribe que este primer gobierno de izquierda en Colombia piensa imprimirle a su gestión.
Asistieron representantes del bloque progresista como Gabriel Boric, Alberto Fernández, Luis Arce y Xiomara Castro, pero también del espectro conservador como Mario Abdo de Paraguay, el dominicano Luis Abinader, el costarricense Rodrigo Chaves y el ecuatoriano Guillermo Lasso, quien recibió una estruendosa rechifla de los miles presentes en la plaza Bolívar.
Fernández, actualmente a cargo de la presidencia pro témpore de la CELAC y el presidente de Bolivia lamentaron públicamente la mezquina negativa del congreso peruano a autorizar el viaje al presidente Pedro Castillo. También estuvo el primer mandatario de Panamá Laurentino Cortizo, el rey de España y la vicepresidenta de Uruguay, Beatriz Argimón, en representación de Lacalle Pou y el frenteamplista Yamandú Orsi, intendente de Canelones, representando al ex presidente José “Pepe” Mujica, también invitado por Petro, como así también ministros y parlamentarios de países como Cuba, Serbia o Reino Unido y enviados de organismos internacionales.
Por su parte, el gobierno estadounidense mandó una delegación encabezada por Samantha Power, administradora de USAID. Justamente una de las principales incógnitas que deberá despejar Petro, será el difícil equilibrio en la relación de Colombia con EEUU, para no verse forzado a continuar siendo peón de la política exterior de aquel país en la región.
Pueblo, mucho pueblo
El pueblo llenó calles y plazas y se estima en más de cien mil los asistentes a los cerca de setenta actos culturales que enmarcaron el inicio del nuevo gobierno.
Lleno de simbolismo fue el espacio que Petro dió a seis invitados de honor, personas del común en representación de los excluidos de Colombia, con quienes Petro había estado ya en el marco de su campaña. Entre ellos Arnulfo Muñoz, pescador artesanal del Tolima, Katherine Gil, líder juvenil del Chocó, Genoveva Palacios, vendedora ambulante de Quibdó y Kelly Garcés, la barrendera de una empresa de aseo, cuya resistencia al hostigamiento que sufrió por tener un volante del Pacto Histórico entre sus utensilios de labor se viralizó, Rigoberto López, campesino de Caldas y Jorge Iván Londoño, silletero de Medellín, completaron el cuadro.
Petro se dirigió a la multitud diciendo: “Uniré a Colombia. Uniremos, entre todos y todas, a nuestra querida Colombia” y dijo además “tenemos que decirle basta a la división que nos enfrenta como pueblo. Yo no quiero dos países, como no quiero dos sociedades. Quiero una Colombia fuerte, justa y unida”.
Sin lugar a dudas un comienzo auspicioso, acorde a un gobierno decidido a promover cambios profundos en una nación que exige sanación. Nación que hoy festejó la posibilidad de darle una verdadera chance a la paz.
Ante el presidente del Congreso, Roy Barreras, Gustavo Petro, tomó juramento como el nuevo mandatario de Colombia este domingo 7 de agosto. Inmediatamente después solicitó traer a la emblemática Plaza de Bolívar donde se realiza la ceremonia, la espada del libertador Simón Bolívar, un importante símbolo para el nuevo jefe de Estado y exmiembro de la guerrilla del M-19, una organización que robó y devolvió esa arma tras su desmovilización en 1990.
“Hoy empieza nuestra segunda oportunidad, nos la hemos ganado, se la han ganado”. Estas fueron algunas de las frases emblemáticas en el centro del discurso de Gustavo Petro, convertido en el primer mandatario de izquierda en la historia de Colombia.
El nuevo jefe de Estado se dirigió al país junto a la espada del libertador Simón Bolívar, por primera vez exhibida en un cambio de mando presidencial, y tras ordenar su traslado allí tan pronto se posesionó de manera oficial en el cargo. El Gobierno saliente no había concedido los permisos necesarios para sacar el arma de la Casa de Nariño.
“Llegar aquí junto a esta espada para mí es toda una vida, una existencia, esta espada representa demasiado para nosotros, para nosotras, y quiero que nunca más esté enterrada ni retenida”, aseguró el gobernante.
Como exmiembro de la guerrilla del M-19, para Petro la espada de Simón Bolívar tiene un significado especial, ya que el desaparecido grupo insurgente, recordado entre otras acciones por la toma armada del Palacio de Justicia, en 1985, tuvo esa arma en su poder durante 17 años. El movimiento la robó en 1974 y la devolvió tras su desmovilización en 1990.
Tras recordar décadas de gobiernos conservadores, Petro destacó lo que asegura será el inicio de “la Colombia de lo posible”, donde promete que habrá mayor inclusión social, equidad de derechos entre hombres y mujeres, protección de los recursos naturales, un cambio en las políticas contra el narcotráfico y diálogo con todos los actores armados para encontrar el cese de hostilidades.
“Este es el Gobierno de la vida, de la paz y así será recordado”, pronunció seguido de aplausos en una plaza en la que además de los jefes de Estado de diez países y el rey de España, Felipe VI, asistieron alrededor de 100.000 personas, luego de que Petro solicitara el ingreso a la emblemática Plaza de Bolívar, en Bogotá, de los ciudadanos del común y no únicamente de políticos y dignatarios como ocurrió en años anteriores.
También aseguró que cumplirá a cabalidad el acuerdo de paz alcanzado en 2016 entre la desmovilizada guerrilla de las FARC y el Gobierno del entonces presidente, Juan Manuel Santos.
“Para que la paz sea posible, tenemos que terminar de una vez y para siempre con seis décadas de violencia y conflicto armado, yo diría que con dos siglos de guerra permanente (…) Cumpliremos el acuerdo de paz y seguiremos a raja tabla las recomendaciones del informe de la Comisión de la Verdad”, que cuenta al menos 800.000 muertos durante el conflicto, indicó el también exalcalde de Bogotá.
Con la mirada puesta en un cese de hostilidades desde todos los frentes de los grupos armados al margen de la ley, Petro ratificó que apuesta por el diálogo. En campaña el exsenador anunció conversaciones de paz con la guerrilla autodenominada Ejército de Liberación Nacional (ELN) y también se ha mostrado dispuesto a negociar con los grupos de narcotráfico.
“No importa los conflictos que hay, se trata precisamente evidenciarlos a través de las palabras, de intentar sus soluciones a través de la razón, más democracia, más participación, para terminar con la violencia convocamos también a todos los grupos armados a dejar las armas, a aceptar beneficios jurídicos a cambio de la paz, a cambio de la no repetición de la violencia, trabajar como dueños de una economía próspera, pero legal”, resaltó.
Petro tiene claro que lejos de las ideologías de izquierda o de derecha que por años plagaron los conflictos en Colombia, en la actualidad el principal combustible de los distintos movimientos armados y el derramamiento de sangre que estos generan es el narcotráfico.
Ante ese panorama, el nuevo mandatario promete un cambio de estrategia para erradicar el flagelo. “La paz es posible si se cambia por ejemplo la política contra las drogas, por una política de prevención del fuerte consumo en las sociedades desarrolladas”, afirmó.
El nuevo presidente aseguró que las directrices implantadas durante décadas han “fracasado profundamente” y han dejado a miles de personas muertas en América Latina, donde se cultiva y producen los narcóticos, así como a miles de estadounidenses fallecidos por su consumo.
Desde su campaña a la Presidencia, Petro ha prometido “un cambio de paradigma” y bajo ese paraguas ofreció la prohibición de la aspersión aérea con glifosato y cumplir con lo estipulado en el punto 4 del Acuerdo de Paz: solución al problema de las drogas ilícitas, por lo que asegura que seguirá a cabalidad el Programa Nacional Integral de Sustitución de Cultivos Ilícitos (PNIS) e impulsará la sustitución de tierras y de economías.
“La guerra contra las drogas fortaleció las mafias y debilito los estados, la guerra contra las drogas ha llevado a los estados a cometer crímenes, nuestro Estado ha cometido crímenes”, sostuvo.
Asimismo, el hombre que se suma al notorio giro a la izquierda en América Latina se comprometió a sostener una Administración que pueda garantizar el crecimiento económico al tiempo que reduce los gases de efecto invernadero de las industrias de hidrocarburos.
“El cambio climático es una realidad y es urgente, no lo dicen las izquierdas ni las derechas, lo dice la ciencia (…) Debemos tener un modelo sostenible, una economía amigable con el medio ambiente, solo habrá un futuro si equilibramos nuestras vidas y la economía de todo el mundo con la naturaleza”, dijo.
El líder político también reafirmó su compromiso por impulsar una distribución equitativa de la riqueza, mejorar la gestión de recursos naturales para garantizar la autonomía alimentaria, trabajar para acabar con la desigualdad social y las diferencias económicas entre hombres y mujeres en el mercado laboral.
«Gobernaré con y para las mujeres de Colombia, empieza un Gobierno paritario, con un ministerio de la Igualdad, con nuestra vicepresidenta Francia Márquez vamos a trabajar para que el género no determine cuánto ganas y cómo vives, para que las colombianas puedan caminar tranquilas y no temer por sus vidas», señaló.
También apuesta por reformas en materia tributaria, salud y pensiones, según asegura, en aras de acabar con la inequidad. Los retos que tiene por delante son enormes en un país marcado por la violencia y el narcotráfico y que representa una de las sociedades más desiguales del mundo.
Posteriormente, Petro tomó juramento a Francia Márquez como su nueva vicepresidenta, y quien se convierte en la primera mujer afrodescendiente en ocupar ese cargo en el país. Márquez sustituye a Martha Lucia Ramírez, quien fue la primera mujer en servir en la segunda posición más importante en el Gobierno.
La ceremonia de cambio de mando ha estado precedida de múltiples desfiles y actos folclóricos que recorren las principales calles de la capital colombiana.
Se destacan las comunidades indígenas que llegaron a Bogotá provenientes de distintos puntos del país.
Todo en medio de una nutrida agenda que también incluye la participación del emblemático carnaval de negros y blancos, muestras de música andina, exhibiciones de artes plásticas y grafiti, entre otras.
Petro prometió inaugurar una democracia “multicolor”, tras asegurar que es necesaria “más organización popular en toda Colombia”
«El presidente de la República los convoca a organizarse e indudablemente esa pluralidad, esa multiculturalidad, ese espectro multicolor que debe ser el de la organización popular hay que unificarlo en medio de la diversidad, coordinarlo, conectarlo entre sí», dijo Petro el sábado 6 de agosto, en un acto de investidura «popular y espiritual» frente personas procedentes de pueblos indígenas, afro, campesinos y étnicos de todo el país.
«Hemos seguido con atención las propuestas y lineamientos de alcanzar una paz total, tanto durante la campaña electoral como luego del triunfo. Estamos decididos a continuar y reforzar el compromiso y apoyo argentino con la paz en Colombia», expresó Fernández, citado por su oficina, y también aseguró que necesitan «una Colombia activa en el camino de integración latinoamericana».
Fuente: EFE y medios colombianos