“La pasión de dominar es la más terrible de todas las enfermedades del espíritu humano” (Voltaire)
La personalidad de Macron encajaría plenamente en la descripción medica del trastorno conocido como psicosis paranoica pues su pensamiento es rígido e incorregible. Así, no tiene en cuenta las razones contrarias, sólo recoge datos o signos que le confirmen el prejuicio para convertirlo en convicción y aunque esté aquejado de dicho trastorno delirante sería bastante funcional y no tiende a mostrar un comportamiento extraño excepto como resultado directo de la idea delirante.
En el caso concreto de Macron, estaríamos ante un caso típico de paranoia megalómana, delirio de grandeza que provoca que “el individuo se crea dotado de un talento y un poder extraordinarios debido a que las deidades le han elegido para una alta misión” (Salvar a los franceses de reforma de la edad mínima de jubilación, pasando de los 62 años actuales a los 64 años en el horizonte del 2030).
La paranoia de Macron se habría agravado al verse afectado por el llamado “sindrome de hydris” citado por el médico y político inglés David Owen en su obra “The Hybris Syndrome: Busch, Blair ant the Intoxication of Power”. Dicho término procede de la palabra griega “hybris” que significa desmesura y que tendría su paradigma en las órdenes dadas a la Policía francesa para aplacar de manera brutal los disturbios populares contra la citada Reforma de la edad de Jubilación.
Así, en el paroxismo de la soberbia del Poder, Macron se ha valido del artículo 49.3 de la Constitución que permite aprobar una ley sin someterse a la votación de los diputados para aprobar la Reforma de la edad mínima de jubilación, pasando de los 62 años actuales a los 64 años en el horizonte del 2030, lo que sería un misil en la línea de flotación de la idiosincrasia francesa cuyo imaginario colectivo habría interiorizado su derecho a una jubilación temprana como premio a su esfuerzo laboral.
Dicha decisión trasluce el pánico de Macron a perder la votación al no tener asegurados los votos republicanos necesarios para lograr la mayoría necesaria para aprobar una Ley sumamente controvertida que contaría con la oposición de la opinión pública francesa, amén de la mayoría de diputados y sindicatos.
Tras el fracaso de las 2 mociones de censura presentadas por la oposición en la Asamblea francesa, son previsibles frecuentes estallidos de conflictividad laboral que podrían llegar a paralizar el país y poner contra las cuerdas la Presidencia de un Macron con los índices más bajos de popularidad por lo que podríamos asistir a la celebración de un referendum para aprobar el retraso de la jubilación a los 64 años.
Ello sería de facto un plebiscito sobre la política de Macron, no siendo descartable un resultado negativo que obligaría a Macron a convocar elecciones anticipadas en las que la Unión de Izquierdas intentará lograr la mayoría en el Parlamento y condenar al ostracismo político la figura de Macron.
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¿POR QUÉ HAY PROTESTAS EN FRANCIA CONTRA MACRON?
La reforma del sistema de pensiones aprobado por el Gobierno sin contar con el respaldo de la Asamblea ha llevado a los franceses a unas manifestaciones que se van recrudeciendo día a día.
Aitana Villegasaivilzu
El pueblo francés ha salido a las calles a protestar por la iniciativa del Gobierno de Emmanuel Macron de subir la edad de jubilación. Hasta el pasado 17 de marzo, los franceses podían retirarse a los 62 años de edad. Pero el Ejecutivo ha aprobado una reforma de las pensiones por decreto aumentando el periodo de actividad laboral hasta los 64.
Esta reforma no ha gustado a la población francesa. Y, además, se ha aprobado sin haber sido votada en la Cámara. El Gobierno de Macron le ha podido dar la luz verde activando en artículo 49.3 de la Constitución. Este mecanismo que ofrece la democracia francesa permite aprobar iniciativas como esta sin necesidad de tener el apoyo suficiente en la Asamblea. La única manera de recurrirla es presentando una moción de censura. Y, en este caso, ha fracasado.
¿EN QUÉ CONSISTE LA REFORMA?
Esta reforma se espera que entre en vigor el próximo 1 de septiembre de 2023. Y, de la misma manera que ocurrió en España cuando se atrasó la edad de jubilación, se va a hacer de manera progresiva. Es decir, el total de años que deberán tener los trabajadores va a ir aumentando poco a poco desde los 62 años este mes de septiembre hasta llegar a los 64 el próximo 2030.
Otro de los puntos de esta reforma es el número de años que se deberán cotizar para poder acceder a la pensión completa. La última modificación del sistema de pensiones, datado en 2014, recogía que hasta 2035 se iba a ampliar el tiempo trabajado para poder cobrar el 100% de la pensión de los 41 a los 43 años. Con la nueva medida de Macron, esto se adelanta a 2027.
La iniciativa no ha contentado a la oposición ni a la sociedad francesa. Y, a pesar de que la clase política francesa no haya podido parar esta reforma, la población ha tomado las calles del país en unas protestas marcadas por los enfrentamientos entre manifestantes y las fuerzas de seguridad que se han ido recrudeciendo con el paso de los días.
Europa, preocupada por el “uso excesivo de la fuerza”
Este viernes, el Consejo de Europa ha expresado su preocupación por el “uso excesivo de la fuerza” por parte de la Policía francesa en el marco de estas protestas. “Se han producido incidentes violentos, algunos de los cuales han tenido como objetivo a las fuerzas del orden”. Pero los actos esporádicos de violencia por parte de algunos manifestantes (…) no pueden justificar el uso excesivo de la fuerza por parte de agentes estatales”, ha dicho la comisaria de Derechos Humanos del Consejo de Europa, Dunja Mijatovic.
¿CÓMO JUSTIFICA EL GOBIERNO LA REFORMA?
El Ejecutivo francés sostiene que esta reforma es necesaria para poder seguir manteniendo el sistema de pensiones. Para justificarlo, apela al decrecimiento demográfico del país. Y se respalda en que en 1970 había un jubilado para más de tres cotizantes; en el 2000, esta ratio se redujo a dos cotizantes y a día de hoy hay 1,7 por jubilado.
Por lo tanto, contemplan la posibilidad de que el sistema de pensiones entre en crisis próximamente. Y, con esta reforma, confían en que trabajando dos años más, será posible conservarlo sin necesidad de tener que reducir las cuantías o de aumentar los impuestos y/o cotizaciones.
MÁS PROTESTAS
Esta no es la única crisis que está trayendo de cabeza al Ejecutivo de Macron. Los ecologistas también han tomado las calles de la localidad de Sainte-Soline, en el centro-oeste de Francia, para protestar contra la construcción de embalses agrícolas y defender el ciclo del agua. Durante estas manifestaciones, el grupo convocante, Levantamientos de la Tierra, también ha denunciado la “estremecedora violencia y brutalidad policial” que ha causado “no menos de 200 heridos”.
LA MADRE DE TODAS LAS HUELGAS EN FRANCIA: MÁS DE 450 DETENIDOS Y 441 AGENTES HERIDOS
RAQUEL VILLAÉCIJA
@rvillaecija
Francia celebraba una nueva jornada de huelga general contra la reforma de las pensiones de Emmanuel Macron. Era la novena, pero hay una diferencia entre ésta y las ocho precedentes: la calle está mucho más inflamada y lleva calentándose desde el pasado jueves, cuando Macron decidió aprobar la impopular ley por decreto, sin voto parlamentario, a pesar de tener al país en contra. Su intervención ayer en televisión, asegurando que no va a retirar el proyecto, ha sido el remate.
Macron habla; la calle responde. Si la reforma de las pensiones era la madre de todas las reformas, la de hoy es la madre de todas las huelgas. Las principales ciudades francesas han celebrado protestas. En París los sindicatos han calculado unos 800.000 manifestantes y en toda Francia unos tres millones y medio, lo que sería una participación récord. Las cifras oficiales hablan de un millón y unos 119.000 en París.
Horas después, el ministro de Interior, Gérald Darmanin, daba cuenta de ese clima de tensión. Los disturbiosen que degeneraron algunas de las manifestaciones concluyeron con 457 detenidos y 441 policías heridos. Darmanin culpó de estas cifras a la «violencia» de la «extrema izquierda».
En la capital, la manifestación comenzó a las 14.00 horas en la Plaza de la Bastilla y acabó en la de la Ópera Garnier, con disturbios y enfrentamientos entre algunos manifestantes y los agentes.
Las otras jornadas de movilización convocadas por los sindicatos se habían desarrollado en relativa calma, pero ahora ha escalado la tensión. Para algunos, Macron ha echado más leña al fuego con su entrevista del miércoles en televisión, en la que dijo que no iba a permitir desbordamientos en las manifestaciones, advirtió que no iba a echar atrás la reforma ni tampoco cambiar al Gobierno. Sindicatos y oposición han visto en sus palabras un nuevo gesto de «arrogancia y desprecios» hacia los franceses.
Para esta jornada de protestas Interior había movilizado 12.000 policías y gendarmes, unos 5.000 a París, un dispositivo similar al desplegado durante la final del Mundial, que enfrento a Francia con Argentina.
El ministro del Interior, Gérald Darmanin, denunció que las fuerzas del orden habían sido víctimas de ataques. Dijo que 149 policías y gendarmes resultaron heridos, algunos de gravedad, y que las fuerzas del orden detuvieron a 172 personas.
Desde el pasado jueves, cuando se aprobó por decreto la reforma de las pensiones, se repiten a diario las protestas en todo el país, manifestaciones espontáneas y no autorizadas que han acabado con quema de contenedores, barricadas, cargas policiales y enfrentamientos entre agentes y manifestantes, sobre todo en París.
En la última semana ha resucitado el fantasma de los chalecos amarillos, el movimiento de protesta que marcó el primer mandato de Macron. La movilización de hoy, convocada por los sindicatos, servía de termómeto para evaluar si el enfado va increcendo y Francia se enfrenta a una revuelta parecida o, por el contrario, la movilización pierde intensidad.
Mientras la calle mantiene el pulso, el Gobierno acusa a la izquierda radical de La Francia Insumisa, liderada por Jean-Luc Mélenchon, de alentar los desbordamientos. Ésta denuncia la excesiva violencia en las cargas policiales en los últimos días.
Además de las protestas, también ha habido bloqueos en sectores clave, como el transporte. Un grupo de manifestantes bloqueó esta mañana el acceso a la Terminal 1 del aeropuerto parisino Charles de Gaulle, mientras que en el de Paris-Orly se anuló un 20% de los vuelos. Aviación Civil ha pedido cancelar también de cara al viernes.
En ambos aeródromos las reservas de carburante están al límite, por la huelga en algunas refinerías del país. Esta escasez afecta ya a un 15% de estaciones de servicio. En la parisina Gare de Lyon, algunos manifestantes con carteles de la CGT asaltaron las vías, y hay problemas en el metro, líneas regionales y en el cercanías, con un 25% de apoyo al paro en la empresa ferroviaria gala, la SNCF.
Macron se dirigió a los franceses en una entrevista en televisión para asegurar que la reforma, a la que se oponen siete de cada 10 y que pretende retrasar la edad de jubilación de los 62 años actuales a los 64, seguirá adelante. Lo hace tras haber superado dos mociones de censura, una de ellas por sólo nueve votos, que buscaban tumbar el proyecto y al Gobierno.
Sin mayoría en la Asamblea, el presidente decidió el pasado jueves recurrir al artículo 49.3 de la Constitución que permite aprobar una ley sin pasar por el voto de los diputados. Sindicatos y oposición le acusan de haber impuesto su ley por la fuerza, a pesar de tener al país en contra. Los sindicatos, unidos por primera vez en décadas contra esta reforma, han dicho que seguirán con las movilizaciones. A los bloqueos se suma un 24% de huelguistas en la educación nacional y en París la huelga de basureros ya va por la tercera semana, con 10.000 toneladas de basura desperdigadas por la capital.
LA FRANCIA QUE SE REBELA CONTRA MACRON
La decisión de Emmanuel Macron de implementar una impopular reforma de las pensiones sin votación en el Parlamento ha provocado una ola de protestas en toda Francia. Con Macron seriamente debilitado, un aumento de la violencia en las calles y Marine Le Pen esperando entre bastidores, la decisión podría tener consecuencias duraderas para la democracia francesa.
Tras imponer una impopular reforma de las pensiones sin el voto del Parlamento, Emmanuel Macron está en serios problemas. Los gobiernos dan pasos en falso de vez en cuando y se meten en líos. Pero esta vez el presidente francés se ha colocado él mismo en muy mala situación. La nación está profundamente herida, y las heridas no cicatrizarán fácilmente.
¿Por qué el aumento de la edad de jubilación de 62 a 64 años debería ser un drama nacional cuando, en la mayoría de los países europeos, la gente se jubila a una edad más avanzada? Según el punto de vista angloestadounidense, los franceses deberían «adaptarse a las realidades de nuestra economía global». Pero los franceses a veces aciertan, y probablemente tengan razón al oponerse a la reforma de las pensiones de Macron.
La reforma
Varios economistas han demostrado que el sistema con una edad jubilatoria a los 62 años sigue siendo viable. Algunos en Francia se hacen otra pregunta: ¿por qué un gobierno fijaría la edad de jubilación en 64 años cuando muchos trabajadores franceses se ven obligados a renunciar antes de los 60? De hecho, Francia tiene una de las tasas de inactividad más altas entre los mayores de 55 años.
La idea de la jubilación como una auténtica «tercera edad» está profundamente arraigada en todas las clases sociales y generaciones, independientemente de las inclinaciones políticas de la gente. La opinión generalizada en Francia es que, para que la jubilación sea una verdadera «tercera edad», los trabajadores deben jubilarse cuando aún gozan de buena salud para disfrutar al menos de una década de actividades significativas. Las encuestas han demostrado que la jubilación tiende a mejorar la salud, disminuir la depresión y reducir el consumo de atención sanitaria.
Sin embargo, el aumento de la edad jubilatoria no explica totalmente la ira de los trabajadores franceses. La reforma se considera profundamente injusta: afectará en mayor medida a las mujeres y a los trabajadores precarizados que han empezado a trabajar a una edad temprana, así como a los trabajadores de ingresos medios-bajos. Es cierto que los cambios formaban parte del programa de Macron para su reelección a un segundo mandato, pero la propuesta no ha conseguido la mayoría en la Asamblea Nacional, y mucho menos entre el público en general. [N del E.: Hay que recordar también que Macron ganó gracias al «voto barrera» contra la extrema derecha]. Por tanto, hay algo más. La gestión autoritaria de los debates dentro y fuera del Parlamento por parte del gobierno se ha percibido como un ataque al núcleo de la representación política en Francia: la soberanía popular.
La «negación de la democracia»
Desde la Revolución Francesa, la «voluntad general», principio central de la soberanía popular, es ejercida por los representantes de la nación. Es precisamente esta soberanía nacional la que el gobierno, bajo las instrucciones de Macron, ha ignorado deliberadamente e incluso pisoteado. En primer lugar, se trata de un fracaso personal de Macron. El presidente intentó por primera vez revisar el sistema de pensiones de Francia en 2019. Se encontró con una oposición generalizada. Puede que hoy haya forzado la aprobación de la ley, pero su poder político está muy mermado y su imagen de «modernizador liberal» está por los suelos.
En segundo lugar, el método que ha llevado a la aprobación de la reforma es controvertido. Los sindicatos, todos unidos contra la reforma, fueron ostensiblemente ignorados por el gobierno. Élisabeth Borne, la primera ministra, evitó negociar con ellos cuando las protestas empezaron a cobrar fuerza. Los debates parlamentarios se redujeron al mínimo gracias a diversas disposiciones constitucionales. No se asignaron más de cincuenta días para debatir un expediente complejo en la cámara baja. En consecuencia, se pasaron por alto las miles de enmiendas a la ley presentadas por los grupos de la oposición.
Al final, el partido de Macron -que no tiene mayoría absoluta en la Cámara- no pudo aprobar la ley. Los Republicanos, ampliamente favorables a la reforma, se negaron a rescatar al gobierno minoritario de Macron. En medio de escenas de enojo en la Asamblea Nacional, el primer ministro invocó el artículo 49.3 de la Constitución.
Recurrir a este artículo es para cualquier gobierno un signo de debilidad. El artículo 3 es la disposición más antiparlamentaria que se pueda imaginar: permite al gobierno imponer la aprobación de un proyecto de ley sin someterlo a votación. La oposición puede oponerse a la maniobra votando una moción de censura en virtud de la cláusula 2 del artículo 49. Pero el artículo 49.3 traslada todo el poder al Ejecutivo, que ya no está subordinado al voto del Parlamento para aprobar leyes. El uso de ese artículo ha enfurecido a la opinión pública porque el gobierno carecía de mayoría en la cámara para aprobar la ley y, dada la sensibilidad del asunto, los expertos constitucionales consideraron que la vía elegida constituyó una forma de «negación de la democracia».
Un pequeño grupo centrista de la oposición presentó una moción de censura multipartidaria que fue votada por todos los grupos parlamentarios, excepto el de Macron y la mayoría de los diputados del partido Los Republicanos. Algunos diputados republicanos rompieron filas y votaron con los demás partidos de la oposición, por lo que la moción no alcanzó la mayoría necesaria de 287 votos por escaso margen: al final, solo faltaron nueve votos para censurar al gobierno y hacer caer a la primera ministra. El poder de Emmanuel Macron pende ahora de un hilo.