CENTENARIO DE UNA MASACRE

CENTENARIO DE UNA MASACRE

Rodrigo Santillán Peralbo

Hace cien años, el 15 de noviembre de 1922, la fuerza pública, por orden del presidente Tamayo, masacró a centenares de trabajadores, mujeres y niños en Guayaquil. Sus cuerpos fueron arrojados a las aguas del rio Guayas y decenas fueron enterrados en fosas comunes del cementerio general.

El escritor Joaquín Gallegos Lara, escribiría su histórica novela Cruces sobre el agua para rememorar la actitud del pueblo que, como una forma de dolorosa solidaridad, decidió lanzar cruces de madera a las aguas del rio.

El gran culpable del asesinato de los obreros de Guayaquil fue el presidente de la República José Luis Tamayo quien en un telegrama enviado al Jefe de la Zona, General Barriga le ordenaba: «Espero que mañana a las seis de la tarde me informará que ha vuelto la tranquilidad a Guayaquil, cueste lo que cueste, para lo cual queda usted autorizado». Y la sentencia de muerte fue cumplida.

“El poder político y económico, heredado por generaciones y vinculado a los sectores financieros allegados a las multinacionales, sigue en el gobierno de nuestro país un siglo después del crimen tan atroz consumado en las calles del principal puerto ecuatoriano, que recibieron un bautizo de sangre” señalaba, con sobrada razón, el político y analista Diego Delgado Jara.

Leyes y derechos laborales han cambiado significativamente, pero la realidad del trabajador es que, generalmente, continúa siendo un objeto de explotación por parte de empleadores abusivos y prepotentes y así será hasta que se conquista la justicia social que ahora, tan esquiva.

Cierto que años después de la masacre, algunos escritores y analistas dijeron que Tamayo del partido liberal, gran banquero y oligarca, en su calidad de presidente de la República fue, sin duda, el “principal organizador de la matanza, el testaferro del producción cacaotera como las compañías Cacao Plantagen y la Caamaño Estate Ltda., casas exportadoras y bancos extranjeros. En la minería y petróleo, empresas como la South América Development dedicada a la extracción  del oro de Portovelo y llega a ser el árbitro de la política-ecuatoriana, y The Anean Oíl Company of Ecuador, el petróleo de Santa Elena. En el sector de los servicios, The Guayaquil and Quito Railway Company, así como empresas de luz y fuerza eléctrica y otras. Lo que se llama el Ecuador estuvo siempre uncido al carro capitalismo, su cordón umbilical se halla adherido a la matriz capitalista mundial.

El historiador y escritor, Juan J. Paz-y-Miño Cepeda, con sus profundos y extensos conocimientos, en su análisis sostiene que en el libro Masacres obreras y populares en América Latina durante el siglo XX (2021), coordinado por dos historiadores, el chileno Sergio Grez Toso y el colombiano Jorge Elías Caro, se estudia varios casos: la revuelta del Río Blanco de 1907 en México, la matanza de la escuela Santa María de Iquique de 1907 en Chile, la semana de masacres que hubo en Argentina en 1919, la masacre de artesanos de 1919 en Colombia, en la Patagonia entre 1920-1922, la masacre obrera de Guayaquil, en Ecuador, el 15 de noviembre de 1922, la matanza de La Coruña de 1925 en Chile, las que ocurrieron en Cuba durante la década 1925-1935, la de 1928 en la zona bananera del Magdalena en Colombia, el etnocidio en El Salvador del año 1932, la represión a la huelga azucarera de La Romana en República Dominicana en 1946, nuevamente en Cuba, durante las “Pascuas Sangrientas” de 1956, igualmente en Colombia contra la huelga de trabajadores en El Cairo y Santa Bárbara en 1963, nuevamente en Chile en 1966 y 1969, las varias represiones sangrientas en Bolivia contra los mineros, el genocidio en Guatemala durante la década de 1980, y la masacre de Carandiru en Brasil en 1992.

 Siempre han sido masacres contra trabajadores y pobladores que reclamaban por sus derechos laborales y sociales, entre otros: cumplimiento de la jornada máxima, pago de salarios, seguridad en el trabajo, atención del Estado. Desde filas oficiales igualmente siempre se acusó a los movimientos como subversivos, anárquicos, violentos, contra la institucionalidad, el Estado y la democracia; o se argumentó que se había disparado contra vándalos, saqueadores y delincuentes. En América Latina, región atrasada y subdesarrollada hasta mediados del siglo XX, las represiones y matanzas garantizaron el poder de los grandes terratenientes, mineros y agroexportadores, de las incipientes burguesías de comerciantes, banqueros e industriales y, sin duda, de las puntuales empresas extranjeras que se asentaron en distintos países para explotar recursos y trabajadores.

 En la segunda mitad del mismo siglo, al calor de la Guerra Fría, las masacres tuvieron un componente adicional: desde el poder los movimientos sociales fueron vistos como “comunistas” y “guerrilleros” o simplemente como “colaboradores” de movimientos u organizaciones comunistas. Cierto es que durante la década de 1960 surgieron varios movimientos guerrilleros en América Latina, que se inspiraron en el exitoso proceso que vivió Cuba hasta derrocar a Fulgencio Batista. Pero las fuerzas armadas, preparadas y entrenadas para combatirlos, lograron finalmente derrotarlos en casi todos los países. Sin embargo, la lucha contra el “comunismo” fue mucho más lejos en el Cono Sur. Desde 1964 en Brasil se instaló una larga época dictatorial que solo terminó en 1985. En Chile, el golpe militar contra Salvador Allende se propuso aniquilar al “comunismo” e instauró una feroz dictadura bajo el mando del general Augusto Pinochet (1973-1990). También en Argentina se instaló el “terrorismo de Estado” con la dictadura militar (1976-1983) que presidió el general Jorge Videla. El mismo tipo de anticomunismo militar se reprodujo en Bolivia con el general Hugo Bánzer (1971-1978) y Uruguay con la dictadura cívico-militar (1973-1985), porque en Paraguay ya se tenía al tirano Alfredo Stroessner (1954-1989). En Centroamérica también se instalaron otras dictaduras de igual signo. Se trató de una movilización continental auspiciada por la CIA y la visión monroísta de los EEUU, para contar con gobernantes aliados en la defensa de sus intereses geoestratégicos frente al bloque socialista. Paradójicamente en Perú y Ecuador no se siguió el mismo camino. En Ecuador, la dictadura militar presidida por el general Guillermo Rodríguez Lara (1972-1976), proclamó el “Nacionalismo Revolucionario” y se inspiró en una “Filosofía y Plan de Acción” bastante avanzada, antioligárquica y de carácter reformista. Fue un gobierno desarrollista y, felizmente para el país, no reprodujo lo que sucedía en el Cono Sur. El Consejo Supremo (1976-1979) que le siguió, abandonó el nacionalismo y fue autoritario y represivo (en 1977 ocurrió la matanza de zafreros en AZTRA), aunque sin llegar al terrorismo de Estado. En Perú, por otra parte, el gobierno de Juan Velasco Alvarado (1968-1975) inspiró el “socialismo peruano”, ejecutando un programa antioligárquico, que no tuvo continuidad en su sucesor, el general Francisco Morales Bermúdez (1975-1980).

 De todos modos, lo que impactó con especial dureza en Latinoamérica fue lo que ocurría en Chile y Argentina, donde la liquidación al “comunismo” se extendió a toda posición progresista y democrática, ocasionando miles de asesinatos, desapariciones forzosas, torturas, prisiones y persecuciones. La “guerra interna”, de acuerdo con los principios de la “Doctrina de Seguridad Nacional”, se convirtió en justificativo ideológico de la sistemática violación de derechos humanos y crímenes de lesa humanidad. Esa doctrina impide comprender las confrontaciones sociales en la vida civil y la naturaleza de la pluralidad política, de modo que los militares se atribuyeron la definición de lo que debe ser la política de sus países y asumieron, sin ningún control constitucional ni institucional, ser los llamados a decidir sobre la vida, integridad y conciencia de los ciudadanos. Fue un fenómeno inédito en la historia latinoamericana.

Con el retorno a la democracia, hubo intentos por juzgar los crímenes. Sin embargo, Pinochet logró burlar un juicio internacional promovido por el abogado y jurista español Baltasar Garzón en 1998. En Uruguay no se logró abolir la “Ley de Caducidad” (1986) que impedía juzgar a militares y policías, aunque se impulsaron varios procesos. Mientras en Argentina pudo abrirse, en 1985, un inédito juicio contra los impunes dictadores de años pasados, que fue calificado como el “Núremberg Argentino”. Allí destacó el equipo del fiscal Julio César Strassera, quien logró la pena de reclusión perpetua para Videla y otros cinco altos oficiales de la dictadura. Videla murió en prisión. Ese proceso judicial es el que toma la película “Argentina 1985”, con la interpretación de Ricardo Darín como fiscal y que se ha convertido en una de las películas de más amplia repercusión y éxito en América Latina. Es un filme que cultiva la memoria colectiva para que los hechos ocurridos no vuelvan “Nunca más”. Además, aquel juicio tiene un impacto histórico, pues demostró que la actuación de la dictadura militar, que pensó acabar con el comunismo mediante el exterminio, no tiene justificación alguna ante la humanidad contemporánea. Los nombres de los represores inevitablemente quedan para la historia, sin dignidad ni honor, sino como criminales de la “guerra sucia” que condujeron. En los estudios latinoamericanos sobre aquella oscura época también ha quedado en claro que el terrorismo de Estado fue el instrumento para afirmar la vía neoliberal, que consagró el dominio de elites empresariales, a costa del sufrimiento de la sociedad.

De otra parte, Ecuador se prepara a conmemorar el centenario de la matanza obrera del 15 de noviembre de 1922, un acontecimiento que ha quedado impune, aunque el responsable directo de ese crimen fue el gobierno de José Luis Tamayo (1920-1924), que sostuvo al régimen plutocrático de la época. Pero los actos que se han preparado por distintas colectivos y organizaciones sociales, han adquirido inusitada relevancia. Aquí también se ha afianzado la sensibilidad histórica para que la memoria de aquel acontecimiento, que marca la presencia de las clases trabajadoras del país, permanezca, con la esperanza de que nunca más vuelvan a ocurrir esas masacres. Además, el recuerdo de la clase trabajadora, sus luchas y conquistas para beneficio de los ecuatorianos es oportuno, en medio de condiciones graves de desinstitucionalización y de hegemonía de un bloque empresarial neoliberal-oligárquico, que sigue buscando las formas de arrasar con los derechos laborales y sociales conseguidos durante décadas y que han servido para superar viejas condiciones de vida miserable en el país.

LECCIONES DE LA MATANZA OBRERA Y POPULAR DEL 15 DE NOVIEMBRE DE 1922

Diego Delgado Jara

1. El Movimiento Patriótico “Ecuador Libre y Eterno” se inclina reverente ante las víctimas innumerables de la matanza de Guayaquil, del 15 de noviembre de 1922, y rinde conmovido homenaje a su memoria, recordando el luto inmenso que abrumó a miles de familias guayaquileñas y de otras latitudes de nuestro país, por obra de un Estado represor y criminal al servicio de la misma oligarquía y banca que sigue oprimiendo a nuestro pueblo. “El poder político y económico, heredado por generaciones y vinculado a los sectores financieros allegados a las multinacionales, sigue en el gobierno de nuestro país un siglo después del crimen tan atroz consumado en las calles del principal puerto ecuatoriano, que recibieron un bautizo de sangre.

2. Una lección central que debemos extraer de la masacre de Guayaquil, es que las minorías oligárquicas y castas privilegiadas, represoras por excelencia, herencia y tradición, no toleran los justos reclamos del pueblo y los trabajadores, campesinos, indígenas, pobladores, maestros, estudiantes, y sectores populares que claman por justicia elemental y atención básica a sus requerimientos vitales. Estas castas dominantes han protegido siempre, como se puede apreciar a la luz de la historia, sus privilegios a ultranza, incluso recurriendo a sangre y fuego. Y la tragedia de este país es que esta argolla o trinca oligárquica sigue encaramada en el poder, saqueando y reprimiendo a la República y a su pueblo, cuando deberíamos haberle desplazado del control ominoso de nuestra sociedad. Su manejo infame del país es el origen de nuestras tragedias y carencias sociales. ¡La Patria le pertenece al pueblo, jamás a sus verdugos!

3. La historia del Guayaquil y del Ecuador inmolados, como sucede con todos los

conglomerados del mundo martirizados, es que solo la organización social y la formación política del pueblo, permite y posibilitará resistir y vencer. Nadie viene a ayudar a los pobres; ni los serafines ni querubines; solo los humildes con conciencia se solidarizan con los humillados, desposeídos y excluidos de siempre. Solo la unidad del pueblo oprimido y organizado con formación y conciencia política básica, con conducción honesta y consecuente con sus más hondos sentimientos y anhelos de justicia y libertad es y será el embrión de la victoria.

4. El poder político lo decide todo; por eso los dominadores buscan que el pueblo odie a la política para que se quede en la penumbra y el desamparo, desorientación, frustración y derrotismo. Pero las lecciones de la humanidad son claras y elocuentes: un pueblo que se organiza y lucha con convicción y conciencia siempre coronará con la victoria. Es Estamos convencidos que solo la lucha popular, con una línea de absoluta lealtad con los humildes e irredentos, permitirá la redención y liberación social y nacional. ¡Para este objetivo vital y tarea histórica irrenunciable estamos organizando en todo el país el Movimiento Patriótico Ecuador”

 Diego Delgado.

15 DE NOVIEMBRE DE 1922: RECUERDO VIVO

Dr. Silvio Toscano Vizcaíno, PhD

INTRODUCCIÓN

Creo ahora que, los hechos históricos, principalmente los gestados por los grupos sociales, no deben olvidarse aun cuando muchos pretendan ocultarlos o tergiversarlos.

La memoria social siempre debe estar presente sobre todo para que cuando se convulsione una sociedad, no se vuelvan a repetir acontecimientos que enluten a los pueblos.

Así mismo, es necesario recordar los acontecimientos para con base a la experiencia,

superar las acciones en defensa de los sectores más necesitados o vulnerables y enmendar los errores cometidos en el pasado.

La historia debe servir para obtener lecciones que permitan construir el futuro. El 15 de noviembre de 1922 debe ser recordado como ejemplo para que la lucha de los trabajadores tenga siempre como resultado el beneficio de estos sectores y no de otros que aprovechan su acción o intervienen a lo interno del movimiento, para dividirlo.

Este acontecimiento debe ser meditado y conmemorado por todas y todos quienes

de una u otra manera, aportamos para el desarrollo del país desde nuestros puestos

de trabajo, ya sea como obreros, empleados públicos o privados, docentes, estudiantes, amas de casa, profesionales, campesinos, indígenas, etc., hombres y mujeres, todos aquellos y aquellas que vivimos de nuestro trabajo.

La masacre del 15 de noviembre de 1922 no puede borrarse de nuestra conciencia

social.

EL ESCENARIO MUNDIAL

A partir de 1876 (Lenin, 230) se desarrolla en el mundo el capitalismo, llegando a su fase superior y última denominada imperialismo, cuya caracterización y esencia la expuso Wladimir llich Lenin.

Como consecuencia de este proceso, a nivel mundial habían empezado a repartirse los mercados por parte de las potencias, lo que se expresaba fatalmente mediante guerras, particularmente la Primera Guerra Mundial encabezada por USA y Alemania, que se produce entre 1914 y 1918 y que permitió de mejor forma, la penetración del primero de los países en nuestras economías. 

Pero a la par de este desarrollo imperialista y como consecuencia dialéctica, se gestó también la conquista de una nueva sociedad. los principios laborados, dentro del mismo sistema de producción capitalista, por Carlos Marx y Federico Engels desde 1848 y que guían teóricamente a los trabajadores, se concretan en la práctica con la Revolución Rusa de 1917 dirigida por Lenin.

La Revolución Rusa que se extendió a otros países determinó la conformación de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), con lo que se posibilitó que nuevas esperanzas de vida y nuevas formas de conciencia se desarrollen en el mundo entero, siendo nuestro país también receptor de aquellas ideas aunque de forma incipiente para el año de la matanza, pues, apenas 5 años se vivía la nueva sociedad instaurada en la URSS, ahora extinguida por la acción de los propios capitalistas y la claudicación de dirigentes “socialistas”.

El capitalismo en su fase imperialista había abierto una brecha en el paso a una nueva etapa social. Encontramos por lo mismo, un escenario mundial en el que de un lado estaba la destrucción, el hambre y la muerte provocados por el reparto mundial de mercados que genera la Primera Guerra Mundial y por otro, la influencia de la Revolución Rusa que posibilitó que se gesten movimientos revolucionarios en todo el mundo, cuyas repercusiones llegaron también a América y al Ecuador en particular.

CARACTERIZACIÓN DEL ESCENARIO DE MATANZA EN GUAYAQUIL

Para 1922 el país estaba ingresando en el mercado mundial en el proceso de desarrollo del imperialismo como fase superior y última del capitalismo y experimentaba su crisis.

Se había vinculado a este proceso gracias a la producción y exportación de cacao, producto agrícola que se cultiva en la región Costa de nuestro país y que por su gran valor en el mercado mundial se lo ha denominado “la pepa de oro”.

El cacao de gran demanda mundial, lo requerían países como Costa de Oro y Brasil, ubicándose el Ecuador como el tercer gran exportador, produciendo para 1922, 877.404 quintales. (Crawford, 243-246), pero cuya producción empezaba a decrecer como resultado de la crisis del sistema mundial.

Guayaquil era el puerto más importante del país, contaba con una población de 90.000 habitantes (Ortiz, 14), era la ciudad que por excelencia exportaba cacao y tuvo por lo mismo, un mayor desarrollo de la agroindustria y del comercio frente al mundo, en comparación con el resto de ciudades de nuestro país.

Las relaciones capitalistas de producción que se desarrollaban en el Ecuador, también se destacaban en mayor medida en Guayaquil en donde empezaron a crecer  industrias como las de alimentos, bebidas, electricidad, gas, transportes urbanos entre las principales. De esta manera se instaura una relación capital- trabajo asalariado, en constante pugna desde sus inicios.

No está por demás dejar expuesto que, a pesar de este desarrollo industrial que se estaba produciendo, en el país existían aún formas pre capitalistas de producción y por ello, había una gran cantidad de trabajadores artesanos, panaderos, peluqueros, sastres, pero también los nuevos trabajadores asalariados dependientes como los ferroviarios, tranviarios, estivadores, cacahueros, entre otros.

En Guayaquil también se aprecia un mayor desarrollo de las organizaciones sociales, las cuales a diferencia de lo que sucedía en la capital Quito, empezaron a alcanzar niveles más elevados de conciencia superando las concepciones mutuales hacia luchas por mejores condiciones de trabajo y bienestar colectivo hasta la transformación de la sociedad capitalista.

En el lado del capital, igualmente, se encuentra a los agroexportadores, a los banqueros y a los industriales que estaban directamente vinculados al poder y una pequeña burguesía en ascenso simpatizante de estos sectores como lo ha hecho siempre hasta cuando se ha pauperizado como en la actualidad, porque es un grupo que, en las relaciones de producción capitalistas, tiende a desaparecer para formar parte de los más oprimidos.

Gobernaba el país el Dr. José Luis Tamayo (1858- 1947), nacido en el balneario de Chanduy, Provincia del Guayas quien ejerció la presidencia desde el 1 de septiembre de 1920 hasta el 31 de agosto de 1924. Personaje vinculado al Banco Comercial y Agrícola por ser su abogado desde 1904 y miembro de la Junta directiva (Crawford, 152). Aunque los historiadores conservadores pretenden ocultar su verdadera condición de hombre represor, es coincidente que, al año de la masacre de Guayaquil, el 13 de noviembre de 1923, haya reprimido también a los indígenas sublevados en la hacienda de Leiton en la provincia de Tungurahua.

Tamayo por lo mismo, representaba a la oligarquía bancaria que dominaba nuestro país a través del Banco Comercial y Agrícola en donde se concentraban los banqueros de la Costa y cuyo máximo exponente era el gerente de dicho banco, el potentado Francisco Urbina Jado.

En el estudio jurídico de Tamayo, laborada el tristemente célebre doctor Carlos Arroyo del Río, quien a esa fecha fungía de Alcalde de Guayaquil y por esas mismas fechas Presidente del Senado y posteriormente en 1940, mediante elecciones fraudulentas (Cueva, 49) llegaría a ser presidente de la República, en cuya administración permitió el cercenamiento de casi la mitad de nuestro territorio (Ibid, 51).

Si el banco comercial y agrícola además de su influencia política era prestamista del gobierno, 11’218.259 de sucres le adeudaba para 1922 (Crawford, 154), es evidente  que el manejo estatal estaba plenamente condicionado por los banqueros enquistados en el poder.

1922. CRISIS CACAOTERA

Como se dijo, el principal producto de exportación de nuestro país era el cacao y hasta 1917 se lo comercializaba con Inglaterra y Francia, países que luego empezaron a comprar a los africanos, lo cual hizo al Ecuador más dependientes de USA. Esta circunstancia, limitó la entrega del producto a un número mayor de mercados y la consiguiente pérdida de ingresos para el país. Para 1920 la deflación internacional provocada por los efectos de la Primera Guerra Mundial, agravó la situación del país, pues, el precio del cacao al que nos compraba USA desciende dramáticamente agudizándose tal situación entre 1921 y 1922 periodo en el cual el valor del cacao en el mercado de Nueva York se lo fijó en menos de 5 centavos comparado con el valor anterior que estaba por sobre los veinte y seis centavos.

El valor de las exportaciones se redujo a la mitad entre 1920 y 1922 y las cosechas también bajaron (Milk, 78).

El descenso del precio del cacao en el mercado de usa fue el factor esencial de la

crisis; sin embargo, es necesario decir que los productores no tomaron medidas adecuadas de protección frente a enfermedades que podrían producirse y aparecieron las pestes de la “monilia” y la “escoba de bruja” que destruyeron las plantaciones, y la consecuente exacerbación del problema cacaotero.

Se produce entonces, la gran crisis nacional que coloca al Ecuador en una verdadera situación de pobreza que, como siempre, es asumida en forma exclusiva por los trabajadores, a quienes en muchos casos se les redujeron los salarios y se los mantuvo en extensas jornadas de trabajo. Los salarios reales se vieron aún más afectados por las constantes devaluaciones decretadas para transferir las pérdidas de los agroexportadores, comerciantes y financistas, a los sectores laborales quienes por estas medidas debieron pagar más sucres por menos dólares.

Para asegurar aún más su economía, los grupos de poder actuaron a partir de esta etapa coaligados, llegando a beneficiarse de la emisión de billetes realizada por los bancos principalmente el Comercial y Agrícola, que se efectúa por encima de las reservas de oro, con la consiguiente inflación para el país y obligando al estado a endeudarse aún más con estos mismos grupos, quienes lucran de tales empréstitos.

Esta emisión de billetes sin respaldo de oro fue posible gracias a la Ley Moratoria promulgada en 1914 y que contribuyó aún más al enriquecimiento de los banqueros.

Los sectores de banqueros, comerciantes y agroexportadores se beneficiaron de la crisis, pues, además, de que los primeros eran quienes endeudaban al estado con dinero sin respaldo emitido para gestiones gubernamentales y por lo mismo obtenían jugosos intereses, el gobierno protegía mediante el sistema cambiario, también  manejado por los bancos sin regulación alguna, los agroexportadores de cacao, ya que mientras caía el valor del sucre, ellos podían mantener legalmente sus valores en dólares, a través de una taza de cambio artificial que los subsidiaba (Milk, 78).

Por las propias condiciones de Guayaquil ya anotadas, la mayor crisis enfrentaba esta ciudad que contaba con un número de trabajadores asalariados y organizados superior al del resto del país.

En resumen, la crisis del cacao provocada por una economía mundial en recesión que incide en nuestra economía dependiente, y la negligencia de los dueños de las plantaciones, fue asumida por el pueblo a quien le descargaron todo el peso de los efectos del momento económico del Ecuador. Como era lógico se provocó un evidente repudio a tal situación de hambre, salarios bajos y desocupación, que hará meditar a los trabajadores en la necesidad de organizarse para enfrentar a los causantes de este estado de cosas: el sistema de producción imperante y las clases dominantes del momento.

ORGANIZACIONES LABORALES Y LUCHAS PREVIAS

Antes de 1922 las organizaciones laborales básicamente se guiaban por principios de beneficencia y ayuda mutua, lo cual fue aprovechado por grupos acomodados de la sociedad que formaron sociedades destinadas a esta actividad pero que no se consideran populares y que tenían una marcada influencia religiosa, como los Círculos Católicos de Obreros. Inclusive el primer intento serio de organización para

la defensa de los artesanos, sirvientes y jornaleros que fue la Sociedad Artística e industrial de Pichincha fundada en 1892 (Ycaza, 54), estuvo guiado en sus inicios por

ideas de beneficencia y del catolicismo. Con la revolución liberal, las organizaciones de  trabajadores adquieren una nueva concepción, pero mantienen como principios al mutualismo y buscan la conciliación de obreros y patronos, lo cual afectó considerablemente al desarrollo independiente de los trabajadores. En esta etapa se destacan la Sociedad Unión de Panaderos y la Sociedad de Socorros Mutuos, Instrucción y Recreo de Hijos del Trabajo.

En 1905 se funda en Guayaquil La Confederación Obrera de Guayas que para la época, se constituyó en la organización más grande e importante, cuya tendencia fue de carácter liberal y luego vinculada a la “plutocracia liberal” (Ibid, 88).

En general, se puede decir que la propensión de las organizaciones de trabajadores de la Costa era más progresista frente a las de la Sierra que estaban más vinculadas a ideas conservadoras, pero todas ellas estaban impregnadas del mutualismo y luchaban por una conciliación de clases entre trabajadores y empleadores, lo que también afectó a la Confederación Obrera Ecuatoriana que surgió como consecuencia del Segundo Congreso Obrero y también a la Sociedad de Artistas e Industriales de Pichincha ya mencionada.

Frente a este tipo de organizaciones conciliadoras y tradicionales aparece una concepción entre los trabajadores, que se apartaba del mutualismo y que apuntaba a  la lucha no solo por reivindicaciones laborales sino por la transformación de la sociedad capitalista naciente en nuestro medio. Importante participación laboral a este respecto encontramos entre los anarcosindicalistas ecuatorianos que habían recibido el influjo de los principales teóricos de anarquismo mundial y sus luchas por una nueva sociedad que se expresaron en la Comuna de París, la lucha del Risorgimiento en Italia y el intento de establecer la primera República española. A nuestro país a diferencia de otros de Latinoamérica no llegaron los anarquistas perseguidos por estos tres movimientos mundiales, pero si su literatura y sus experiencias transmitidas a esta región del mundo. Como producto de estas ideas se formaron los primeros núcleos anarquistas con gran influencia en los trabajadores ferroviarios y en otros sectores obreros.

Debe destacarse como pionera del movimiento sindical verdaderamente clasista a la sociedad cosmopolita “Tomás Briones” que fue la que impulsó la conformación de la Federación de Trabajadores Regional Ecuatoriana (FTRE) en el Guayas en 1922, la misma que asumió el liderazgo de la lucha de los obreros por eliminar la “explotación del hombre por el hombre” y la búsqueda de “PAN, LIBERTAD, AMOR Y CIENCIA”, para todos los trabajadores (Cuadernos, 13), en abierta oposición a los grupos claudicantes y vinculados al sistema capitalista de las otras organizaciones arriba mencionadas.

También es necesario señalar que, como luchas huelguísticas de los trabajadores antes de 1922, se destacan veinte y cuatro realizadas por carpinteros, tipógrafos, panaderos, ferrocarrileros, cacahueros, empleados de farmacias, de la luz y del gas, azucareros, de los carros urbanos y estibadores. Todas ellas realizadas por incrementos salariales y algunas también por la disminución de la jornada de trabajo (Cuadernos, 4)

LAS JORNADAS DE OCTUBRE Y NOVIEMBRE

La crisis que se ha venido señalando y el desarrollo organizativo de los trabajadores dio como resultado la protesta generalizada que tuvo como mecha de la dinamita a la paralización realizada por los trabajadores ferroviarios de la estación de Eloy Alfaro  en Durán, perteneciente a la “Guayaquil and Quito Railway Company”, propietaria de Ferrocarril del Sur. Como vicepresidente y Gerente General de la Empresa se Esta huelga tiene como antecedentes el pliego de peticiones que presentó el Sindicato Ferroviario el 17 de octubre de 1922 y que contenía el respeto a la ley de la jornada laboral de 8 horas diarias, a la ley de accidentes, incrementos salariales, reintegro de compañeros despedidos, atención médica. El plazo establecido por los trabajadores para el cumplimiento de sus peticiones se lo señaló para el 19 de octubre.

La importancia del ferrocarril para la comunidad y el comercio era trascendental, por  lo que una paralización en este sector era grave, más aún si se considera que la empresa y su Gerente incidían en la política del Gobierno.

La empresa rechazó las pretensiones de los trabajadores y éstos una vez concluido el plazo declararon la huelga.

La FTRE, la COG, la SAIP y la asociación gremial del astillero, brindaron el respaldo a la huelga de los trabajadores ferroviarios. (Ycaza, 95). El Gobierno para defender a la empresa envía militares para que rompan con la huelga, pero se encuentran con la acción decidida de los huelguistas que llega incluso al heroísmo cuando envueltos en la bandera patria, según lo dice Manuel Agustín (Aguirre, 17), se tienden en los rieles para impedir que el tren salga. Se destaca en este acontecimiento la presencia de la mujer a través de Tomasa Garcés esposa de uno de los trabajadores, quien con sus 4 hijos también se tendió en los rieles del tren.

“Tomasa Garcés, madre valiente, te traigo a ti flores rebeldes…” (Cantata) La férrea unidad y la decisión de los trabajadores doblegó a la empresa y se llegó a un acuerdo el 26 de octubre. Era la primera vez que se lograban derechos para los trabajadores como resultado de una huelga, aun cuando su aplicación se retardó intencionalmente como lo afirma Aguirre (Aguirre, 17).

Esta huelga como se ha dicho, es el inicio de nuevas y más elevadas protestas de otros sectores de trabajadores que también se encontraban explotados, que desencadenaron la huelga general como se verá posteriormente.

La huelga de los ferroviarios motivó a los trabajadores de la Empresa de Luz y Fuerza Eléctrica y de Carros Urbanos quienes presentaron sendos pliegos de peticiones el 8 de noviembre exigiendo aumento de salarios, jornada laboral de 8 horas ya que se trabajaba de 18 hasta 20 horas, respeto a la organización gremial, respeto a la Ley de Acciones de Trabajo, reclamo por los despidos intempestivos, pago de jornadas extraordinarias y otros pedidos laborales que los realizan bajo la consigna general de “Justicia” frente la miseria y explotación en la que se desenvuelve.

Los trabajadores conceden 24 horas para el cumplimiento de sus aspiraciones y como no se cumplen, decretan la huelga.

La empresa utiliza la fuerza pública y secuestra a varios trabajadores para obligarlos a trabajar, pero no puede reiniciar las labores y no solo se paraliza la planta sino toda la ciudad.

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